jueves, 10 de septiembre de 2009

El solitario, arrogante pájaro toh

Solitario, luciendo su hermoso plumaje tornasoleado en colores azul, verde, negro y canela, el pájaro toh se posa en una rama a la orilla de un cenote. Sin algo que lo perturbe, mueve de un lado a otro, en incesante compás, su larga y raída cola, formada por dos grandes plumas centrales que sobresalen en medio desnudas, sólo rematadas al final con una mota de plumas azul turquesa.

Las dos especies del toh, o pájaro reloj (Eumomota superciliosa
y Momotus momota), que viven en la Península de Yucatán forman parte de una familia de ocho especies distribuidas en el mundo, de las cuales seis se pueden encontrar en México. Su diferencia básica son los colores de las plumas de la cabeza, además de que el segundo pertenece a la más grande de esas especies, de la familia momotidae.

En algunos libros se señala que el nombre de toh sólo se le da al Eumomota superciliosa, mientras que el Momotus momota recibe el nombre fonético de jut-jut, como el sonido que produce. En Mérida sólo puede verse al primero, cuya distribución se restringe del sureste de México a Costa Rica.

La distribución del Momotus momota es más amplia y se encuentra desde el este de México hasta el noreste de Argentina, Paraguay y Bolivia. Habita en selvas tropicales y en plantaciones de cocoa y café, en altitudes que van desde el nivel del mar hasta los 2,400 metros.

En la Península de Yucatán, el toh aparece comúnmente en la periferia, mientras que el jut-jut vive en las selvas altas y húmedas del interior.

En México existen dos variedades de jut-jut: el que se encuentra en Yucatán tiene una gran corona negra bordeada de azul, mientras que la otra, que vive en el sur de Puebla y norte de Veracruz, tiene la corona completamente azul.

LEYENDA

El toh, ave de singular belleza, está presente en el folclore maya yucateco. Su vuelo es ondulante y su larga cola cuelga libremente, moviéndose al compás del viento. Le gusta estar junto a los cenotes y es frecuente verlo en las proximidades de Mérida, como Dzibichaltún, donde se posa en las salientes de las construcciones mayas.

Tiene el pico fuerte y curveado hacia abajo y una mancha negra en el pecho, de forma triangular, rodeada de azul turquesa. Sobre el ojo, como una gran ceja, aparece también una línea turquesa. Las plumas de su cabeza forman una corona verde y tiene el vientre color canela.

Según una leyenda contada por Ramón Castillo Pérez y recopilada en un libro sobre aves de los mayas, escrito por la estadounidense Anne LaBastille Bowes, el toh era uno de los pájaros reales que vivían en el reino de las aves de la tierra Maya, en tiempos remotos.

En aquel entonces, tenía una larga, delicada y brillante cola de
muchos colores, que lo hacía verse tan hermoso como el mismo rey
Kukul. Por eso era admirado por las otras aves, pero esto lo volvió
orgulloso y arrogante.

En lugar de trabajar, se reunía con otros pájaros reales en las más frescas profundidades de la selva, donde pasaba todo el día contando historias y alimentándose en las tardes de insectos y lagartijas. Aun entonces, el toh pedía a sus compañeros que le buscaran la comida, para no maltratar las plumas de su larga y hermosa cola.

Una tarde, negras nubes aparecieron en el cielo anunciando tormenta. Se convocó entonces a una reunión de emergencia de las aves para protegerse, asignando a cada una su tarea específica. Chujut, el carpintero; Panchel, el tucán, y Mox, Xtut y Exikin, los pericos y guacamayas, se dedicaron a cortar ramas para construir un refugio. Bach, la chachalaca, y Cutz, el pavo de monte, llevaron las ramas más pesadas. Los pájaros pequeños, como cuervos y oropéndulas, se encargaron de juntar pastos y pequeñas plantas para cubrir el refugio.

Otras aves colectaron frutos y semillas como alimento y algunas
más se dedicaron a alertar a los animales de la selva. Entre todas ellas, Oc, el zopilote rey, actuó como jefe.

Sólo el pájaro toh se negó a realizar cualquier trabajo, alegando ser "un aristócrata, no un obrero". Las demás aves le decían que todos lo iban a sentir mucho si la tormenta los encontraba desprevenidos y le urgían a trabajar con ellos. Indignado, el elegante pájaro tomó su lugar entre los constructores del refugio. Pero no pasaron muchos minutos y ya se sentía cansado y sudoroso, de modo que esperó a que nadie lo viera y se escapó metiéndose entre los arbustos cercanos.

Ahí encontró un buen lugar para esconderse: las grietas de una pared de piedra. Se metió en el agujero, se acurrucó y se dispuso a dormir. Convencido de la efectividad del escondite, no se dio cuenta de que su larga cola colgaba fuera del refugio, sobre un camino donde los trabajadores pasaban con su carga.

RECLUSO

Tiempo después, el pájaro toh se despertó y escuchó a los otros pájaros cantar. La tormenta había terminado sin hacer mucho daño y todo el reino de las aves se regocijaba por la buena suerte. Salió de su agujero y voló hacia el refugio, donde preguntó a las demás aves si también se sentían cansadas como él luego del exhausto trabajo realizado.

Todos los pájaros asintieron, pero aseguraron que la labor fue necesaria para salvar el bosque y a sus habitantes de lo que pudo convertirse en un gran desastre.

Entonces, los pájaros reales llamaron al toh y juntos volaron a su lugar favorito para posarse entre la selva. Como siempre, el toh se colocó en el lugar más alto del grupo, para que todos pudieran admirar su hermosa cola.

En eso, uno de los compañeros del grupo se empezó a reír de toh, señalando su cola. Poco a poco todas las demás aves hicieron lo mismo, diciéndole: "Tu cola está arruinada. Seguramente la dañaste cuando trabajaste tanto como dices".

El pájaro toh estaba seguro de que aquello era una broma, hasta que se miró y vio sólo dos largas varas desnudas colgando y terminando en un pequeño conjunto de plumas, como dos flechas.

Horrorizado, se dio cuenta de lo que había ocurrido mientras dormía. El engreído pájaro reconoció su culpa, pero no podía soportar que sus amigos supieran la verdad. Su orgullo pudo más que él y se alejó volando hacia la parte más inaccesible de la selva.

Ahí cavó un hoyo en un banco de material y se metió en él. Hasta nuestros días, el toh permanece como recluso en la selva, evita a las otras aves y hace su casa en un agujero.

Efectivamente, el toh es un pájaro que anida en agujeros que construye en bancos de material calizo, expuestos y frecuentemente cercanos a lugares de actividades humanas. Prefiere vivir en el bosque bajo, cerca de los cenotes, mientras que el jut-jut prefiere la selva alta y las aguadas.

UNA COLONIA EN RIO LAGARTOS

En el camino de entrada a Río Lagartos existe una colonia de pájaros toh que anida en un banco de material calizo, donde incluso hay trabajadores que con la ayuda de maquinaria pesada extraen piedra del lugar, sin que eso parezca molestar al ave.

Un estudio sobre la biología comparada de las dos especies del pájaro reloj que habitan en la Península de Yucatán, efectuada en 1970 por el investigador Jorge Enrique Orejuela, de la Universidad del Valle en Cali, Colombia, y publicada en el boletín "The living bird" del Laboratorio de Ornitología de la Universidad de Cornell, ofrece la siguiente información sobre la especie:

El pájaro toh anida en colonias donde el número de individuos varía según el tamaño del banco de material elegido. En esas colonias pueden encontrarse desde dos parejas hasta 30, aunque lo más común es de 10 a 20. Los nidos están separados por una distancia de 50 cm a 2 metros.

En algunos caminos de Campeche, Yucatán y Quintana Roo, se les puede ver cruzando la carretera para posarse en las ramas bajas de los árboles. La especie jut-jut anida en colonias menos abundantes y más dispersas que el típico toh.

A pesar de que en la época de anidación se alimentan en lugares comunes de insectos voladores y pequeñas frutas, los pájaros toh defienden un pequeño territorio alrededor de la boca del nido, actitud que aumenta conforme avanza la temporada y la cría de los polluelos.

Son más agresivos durante el establecimiento de territorios, la formación de parejas y la excavación de los nidos. En esas situaciones, se retan amenazadoramente, aunque pocas veces llegan a trias dedicadas a esa actividad).

ALTOS INTERESES

Luego de señalar que los créditos que las instituciones bancarias ación moral de superarnos en todos los ramos. El vendeduna pelea como tal.

Anidan al inicio de la temporada de lluvias, como muchas aves insectívoras de regiones con períodos alternados de largas sequías y lluvias. Eso se debe a que aprovechan el aumento de insectos en esa época del año. De este modo, el tiempo de alimentar a la cría coincide con una abundancia de comida.

INCUBACION

Las parejas del toh excavan su nido en las paredes de roca caliza inmediatamente después de aparearse, lo que ocurre a mediados de marzo. Después de una semana de trabajo han completado hasta en un 80% los túneles y en una semana más están ya terminados. Ese tiempo varía según la dureza del material.

Los túneles que construyen llegan a medir hasta tres metros de largo, aunque la mayoría son de metro y medio. Al final de la construcción, el túnel se ensancha en una recámara donde las hembras ponen los huevos. Esta pequeña recámara tiene una ligera inclinación hacia arriba y una leve curvatura hacia los lados, de modo que no es posible ver el nido desde el exterior.

Contrariamente al toh, el jut-jut anida en bancos más ocultos y bajos, muy pocas veces en la orilla de caminos y siempre en lugares cubiertos por vegetación.

Cuando anidan, suele ocurrir que el macho lleve a la hembra una ramita, semillas, frutas pequeñas o insectos. Las ofrece a su pareja, quien puede o no aceptar el regalo. Si lo rechaza, entonces el macho lo arroja y se aleja.

Las hembras del pájaro toh ponen sus huevos a finales de mayo y a inicios de julio, siendo la actividad más alta en mayo y junio.

Lo más común es que pongan cuatro huevos, aunque se han encontrado nidos de cinco, dos y tres huevos.

La incubación comienza con el primer huevo, de manera que los polluelos nacen en diferentes días. Macho y hembra comparten la tarea de incubación durante períodos largos de hasta tres horas. La hembra, por lo general, lo hace durante la noche.

El período de incubación dura entre 15 y 19 días, intervalo entre la puesta del último huevo y el nacimiento del último polluelo.

Los padres crían a los polluelos constantemente los primeros tres o cuatro días y luego sólo los alimentan en la mañana, dejándolos sin atención en las noches.

Al nacer, los polluelos están completamente desnudos, de color rosado y con poca coordinación en sus movimientos. A los cuatro días han triplicado su peso y tienen mayor coordinación y al sexto día aparecen las primeras plumas negras en el cuerpo y otras más claras en la cabeza. Abren los ojos a los siete días y a los nueve ya muestran algunas plumas color turquesa.

Cuando cumplen trece días de nacidos, los polluelos tienen el 77% de su peso adulto. Las plumas negras de la cabeza aparecen más marcadas entre los 15 y 20 días, al tiempo que las del cuerpo y las alas crecen rápidamente. La última semana del desarrollo de las crías en el nido se caracteriza por una brillantez en su plumaje.

LA "PUBERTAD"

Los jóvenes comienzan a dejar el nido a los 26 días, en promedio. En ese momento ya tienen las marcas del adulto, aunque no completas. Eso ocurre durante la segunda y tercera semanas de julio.

Antes de dejar el nido pierden un poco de peso, probablemente por la reducción en el número de veces que los alimentan sus padres. Sin embargo, cuando vuelan por sí solos, todavía reciben comida de los padres, dependencia que continúa hasta las cuatro o seis semanas después de abandonar el nido.

Poco a poco se vuelven menos dependientes de sus padres y comienzan a buscar su propio alimento.

Los depredadores más comunes de los nidos del toh son las tarántulas, las víboras y las iguanas, que incluso utilizan los huecos de los nidos para vivir, de modo que pueden llegar a destruir los huevos y matar a los polluelos. También las comadrejas se alimentan de huevos y crías.

Cuando son adultos, las aves son perseguidas para despojarlas de las largas y originales plumas de su cola. Cuando no son exterminados, pierden estabilidad y mueren.

A pesar de que no están catalogados como especies amenazadas, la fragilidad de su existencia depende, como en otros casos, de la conciencia del hombre de que vivimos en un mundo compartido donde suelo, agua, aire y vegetación pertenecen a todas las especies que utilizan esos recursos para vivir.


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